Crecer

Era un día de finales de septiembre, el sol se hundía lentamente tiñendo de tonos anaranjados el mar. A esas horas con las vacaciones terminadas y el colegio ya empezado la playa era un lugar ideal para pasear. Llamo mi atención una caja de metal semienterrada en la orilla, cubierta de espuma y algas. Me acerque lentamente como no dando importancia, gire la cabeza comprobando que no había nadie mas por allí.

Con catorce años es complicado no dar rienda suelta a la imaginación ¿y si hay dinero? ¿ o joyas? No se me ocurrió nada mas. Si mi encuentro tuviera valor, podría comprarme esas deportivas “Paredes” que tanto me gustan y si son joyas, las vendería para comprarme un equipo de música compacto… Vi un palo cerca y con el empecé a dar pequeños empujes a la caja. Fui despejando la parte superior y apareció una inscripción grabada sobre la tapa “Eleazar”. Me lance a cogerla en mis manos y sin pensarlo la abrí. No se que ocurrió, ni me explico porque esa oscuridad repentina, ni esa niebla. Me invadió una tranquilidad inmensa y oía una voz que repetía “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él emana vida.” No entendí la frase y me machacaba los sentidos constantemente. De repente el silencio y aparece una imagen de un hombre mayor, con una túnica gris y azul , barba blanca y desaliñada y con un anillo en el que estaba engarzada una amatista. Me mira y me dice “Que no te duela crecer, que no te duela aprender, porque yo te doy el manjar de vivir siempre con la ilusión del ahora…..”.
Otro día más, el despertador vuelve a sonar, ya no hay mas prorrogas al descanso. Las madrugadas frías de otoño y el café me despejaran. Este dolor de riñones me esta matando. Me miro al espejo y ahí esta el niño de 14 años, clavando sus ojos en mí. ¡Maldito sortilegio que me ha condenado a no crecer¡